Convirtiéndose en un Terapeuta Colaborativo Posmoderno: Un viaje Clínico y Teórico

martes, 1 de junio de 2010

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Parte II

Harlene Anderson

Instituto Galveston de Houston

Abstract

El desarrollo de la práctica y la teoría son un proceso reflexivo. Aquí, comparto mi viaje hacia una práctica colaborativa y una teoría posmoderna. Mi narrativa – relato – de transformación comienza con un vistazo a la tradición desde la cual comenzó mi viaje y hace una pausa donde me encuentro a mí misma en este momento. Mi narrativa se ofrece en dos partes: La parte I describe el cambio en la práctica que se desarrolló a partir de mis experiencias clínicas. La parte II describirá los cambios en las tendencias teóricas y mi postura filosófica actual.

El mundo a nuestro alrededor cambia rápidamente – encogiéndose, volviéndose enormemente más complejo e incierto. Nuestras culturas se están tocando en maneras en que no lo habían hecho antes, algunas veces entrelazándose. Muchos conceptos explicativos familiares ya no ayudan a dar cuenta de y tratar con las complejidades de estos cambios y el impacto que tienen en los seres humanos y nuestras vidas diarias. Lo que aprendí de los clientes a lo largo de los años me ha llevado a cuestionar y abandonar algunos conceptos familiares, tales como “verdades universales, conocimiento y conocedor (knower) como independientes, el lenguaje como representativo y que el significado está en la palabra”. Tales conceptos tienen el riesgo de colocar el comportamiento humano en marcos de comprensión que seducen a los terapeutas hacia dicotomías jerárquicas de experto-no experto, hacia discursos de patología y disfunción y hacia un mundo de conocimiento y certidumbre. Mi viaje, que abarca tres décadas, para alcanzar este lugar ha sido emocionante y ha abierto opciones para mis clientes y para mí.

Comienzo mi historia en 1970 cuando me uní al programa de terapia familiar desarrollado desde el proyecto de investigación de la Terapia de Impacto Múltiple (Multiple Impact Therapy) (MIT) iniciada en 1956 en la División Infantil y Juvenil del Departamento de Psiquiatría en la escuela de medicina en Galveston, Texas, como una estudiante. Todos vivimos y trabajamos en comunidades de conocimiento o aprendizaje. Algunas tienen perímetros expansivos y fronteras permeables y algunas son como pequeñas cajas negras. Sin saberlo me introduje en la primera, una comunidad de aprendizaje con una rica tradición de cuestionamiento, innovación y transformación. No sabía a dónde esta aventura, influida por circunstancia y curiosidad, me llevaría. Compartí mi viaje clínico en la Parte I, enfocándome en sus raíces de la MIT y en los cambios en el trabajo clínico que mis colegas y yo experimentamos a lo largo del tiempo. Aquí comparto el viaje teórico, subrayando las influencias que las teorías cibernéticas, sociales, evolucionarías, constructivistas, hermenéuticas, narrativas, de construcción social y filosóficas jugaron en el desarrollo del enfoque colaborativo posmoderno.

Este enfoque representa más una filosofía de vida que una teoría de terapia, una manera de pensar acerca de y ser con las personas que conozco en mi trabajo ya sea si ese campo es la terapia, el aprendizaje, la investigación o la consulta organizacional. La filosofía, desde sus orígenes en la antigua Grecia, se enfoca en preguntas acerca de la vida humana ordinaria: identidad propia, relaciones, mente y conocimiento. La filosofía no trata de encontrar verdades científicas; más bien involucra un análisis, indagación y reflexión continuos. Creo que el cómo prefiero entender la terapia, incluyendo sus procesos y la relación cliente-terapeuta, y cómo prefiero ser como un terapeuta y en todos mis papeles de vida refleja una visión del mundo que no separa lo profesional de lo personal. Inherente en esta visión está una creencia en el bien y lo positivo – que la mayoría de los seres humanos valoran, quieren y se esfuerzan para tener vidas y relaciones exitosas.

Rastreo la evolución del enfoque en un contexto histórico y espero aliviar cualquier malentendido de que mis colegas o yo simplemente nos despertamos un día y decidimos ser posmodernos y colaborativos. Y aunque el viaje tomó un sendero de vaivenes, presento los desarrollos teóricos en una secuencia, las influencias algunas veces superpuestas, entrelazadas, o difuminadas. Los colegas que participaron en este viaje tendrá cada uno su versión única y destacará ciertas cosas de esta historia. El viaje ha sido emocionante; espero comunicar el entusiasmo y la energía así como la naturaleza creativa y rebelde de las personas y del trabajo. Mucho de esta historia no hubiera ocurrido sin Harry Goolishian: su liderazgo, su curiosidad intelectual, su humor, su rebeldía y su humanidad, y su habilidad para inspirar a otros. Dedico este relato a Harry Goolishian en honor al décimo aniversario de su muerte.

Hilos de una tradición

Los hilos del tejido llamado enfoque colaborativo posmoderno (postmodern collaborative approach) pueden ser rastreados hacia la MIT original: el cliente como el experto, la importancia de voces y realidades múltiples, una visión no patologizantes de las familias y el que los terapeutas sean públicos con sus pensamientos. Por supuesto, en el momento los colegas de la MIT no tenían el vocabulario teórico de hoy para describir, explicar y entender su trabajo. Partieron de sus experiencias clínicas únicas, la teoría familiar del desarrollo (familiar developmental theory) y los escritos tempranos de Jackson, Bateson y sus colegas en Palo Alto, CA, acerca de la comunicación, la teoría de la esquizofrenia, las familias y la terapia familiar conjunta. También tomaron cosas del actual trabajo de otros como la práctica de Sullivan de incluir a todo el personal de la sala del hospital como parte del ambiente terapéutico, la terapia familiar de grupo de Bell y la hospitalización de familias completas de Bowen. Regresando y leyendo acerca del proyecto de la MIT fue como entrar en un ático empolvado y ver las tradiciones. Cuando miras este trabajo y te das cuenta del momento en el que fue producido, es increíble. Era una terapia adelantada a su tiempo. Hago una pausa aquí para subrayar algunos aspectos de su equilibrio teórico, para mostrar hilos que se mantuvieron a lo largo del tiempo, para honrarla y para compartirla con aquellos que no estén familiarizados con ella.

La MIT tenía varias suposiciones fundamentales (MacGregor, Richie, Serrano, Shuster, McDanald &Goolishian, 1964). Una suposición se enfocaba en la postura del terapeuta, incluyendo la importancia de la actitud del terapeuta acerca del potencial del cliente y su relación con el cliente.

que los terapeutas demostraran confianza en el potencial auto-rehabilitativo de la familia más que en desarrollar la fe del paciente en el doctor....los encuentros humanos involucrados en el inicio de la terapia, incluyendo el sentimiento de compromiso con un esfuerzo constructivo, puede ser la experiencia más terapéutica (p.4)

Otra suposición se enfocaba en la importancia de la experticia (expertise) del cliente en su vida, el aprendizaje del terapeuta de la perspectiva del cliente de su dilema de vida y que el terapeuta continuamente verificando para asegurarse de que entendieran lo que el cliente decía:

los miembros de la familia están invitados a esbozar en sus propias palabras la naturaleza de la crisis inmediata y sus perspectivas...el paciente está invitado a participar en esta recapitulación y a hacer las correcciones necesarias...[un] terapeuta resume...[y otro] terapeuta responde a este resumen reflexionando (p. 6)

Los miembros del equipo estaban conscientes de que su manera de ser con las familias podría ser diferente de experiencias pasadas, con otros profesionales que decían, “La mayoría de las familias no están acostumbradas a este intercambio novedoso” (p. 6).

La suposición del equipo acerca de la formación y resolución de problemas no era diferente a la desarrollada por otras teorías de terapia familiar. El desarrollo de síntomas era conceptualizado como complicidades a través de las fronteras generacionales que limitaban la comunicación y empujaban a los miembros a papeles repetitivos durante el estrés que eran incompatibles con el crecimiento y las transiciones naturales de la familia. El síntoma era caracterizado por los requerimientos del problema o el periodo de desarrollo en el cual la complicidad ocurría. El papel del equipo era “interrumpir temporalmente las fuerzas llamativas en la familia al participar en comunicaciones familiares como un modelo saludable de interacción personal que mostraba respeto particular por los problemas y defensas de la familia” (MacGregor et al., p. 10). De sus experiencias, el equipo encontraba que las interrupciones en las interacciones de los miembros de la familia y el cambio subsecuente ocurrían en una secuencia breve de terapia y era sostenido mientras la familia confiara en sus recursos internos recién descubiertos, sabiendo más a dónde voltear en su propia comunidad: “El potencial de crecimiento de los miembros de la familia...rendiría una mejora adicional durante periodos extendidos...de vivir sin supervisión terapéutica (MacGregor, p. 10). Interesantemente, el equipo no pensó que darían más poder a la familia sino más bien que los ayudarían a encontrar y utilizar su potencial inherente.

La práctica del equipo evolucionó a medida que reflexionaban sobre ella y aprendían de sus anomalías, un proceso caracterizado por la curiosidad, flexibilidad y cambio: “Algunas veces su método [el del equipo] falla; otras veces prepara el camino para diferentes formas de terapia. Y, el ‘método’ en sí mismo está en constante cambio. La flexibilidad de patrón es una característica principal. La noción básica permite todos los modos de variación” (MacGregor, p. x). Como mencioné en la Parte I, la MIT evolucionó en una práctica de terapia familiar cotidiana, con equipos que se reunían con familias y usando en su mayor parte el formato de la MIT para consultas, situaciones clínicas atascadas y la enseñanza

Teóricamente, la MIT y la práctica de la terapia familiar que evolucionaron de ésta continuaron en el telón de fondo de los dos principios dominantes, fundamentales y entrelazados que primero organizaban el pensamiento de los terapeutas de familia: un retroalimentación negativa, teoría de sistemas cibernéticos homeostásicos y una teoría de sistemas sociales impositores de orden, estratificados jerárquicamente. Los principios describían y explicaban de manera mecánica un sistema humana como un ensamblaje de partes cuyo proceso está determinado por su estructura. Ambos principios trajeron a la terapia de familia aquello que la distinguió de la mayoría de las teorías de psicoterapia: un paradigma de sistemas contextual. Las personas viven y experimentan los eventos de sus vidas en sistemas interaccionales. Los problemas, en esta perspectiva, se vuelven fenómenos sociales cuyo desarrollo, persistencia y eliminación que ocurren dentro de este campo interaccional más que características o propiedades de los individuos.

Los colegas de Palo Alto voltearon primero hacia la teoría cibernética para un lenguaje para describir la interacción familiar. Las familias, como sistemas de energía y retroalimentación similar a las cibernéticas, eran consideradas un tipo de servomecanismo con un gobernante que protegía la norma y prevenía el cambio. El síntoma tenía sentido sólo dentro, y como una expresión de, el contexto familiar total. Ya no representaba un trastorno individual, sino una señal de que la familia estaba teniendo dificultad para cumplir las demandas de estrés, cambio y de puntos de transición natural – la dificultad, esto es, al moverse hacia una complejidad mayor. El significado del síntoma estaba relacionado con la estructura del sistema familiar y funcionaba para mantener la homeostasis presente del sistema: su estatus, estructura y organización, estabilidad, continuidad y definición de relaciones. Esta metáfora cibernética era básica para entender tanto la organización familiar saludable como la patológica.

Interesantemente, aunque el equipo de la MIT estudió y estaba fuertemente influido por el grupo de Palo Alto y su introducción a la cibernética (cibernética de primer orden), el equipo en el primero momento expresó su desacuerdo con la noción de homeostasis. Vieron que “no adoptaba los aspectos de crecimiento que estaban relacionados con la salida de la matriz familiar; ni cubren adecuadamente la movilización terapéutica de los procesos auto-rehabilitativos” (McGregor et al., 1964, p. 9). Aún así, serían años después cuando el grupo Galveston (Dell, 1982) y otros como Hoffman , Maruyama y Speer, cuestionaron fuertemente lo principal y la contradicción de la homeostasis. Si las familias, como otros sistemas vivos, eran incapaces de evitar el crecimiento y el cambio, entonces esto contradiría la noción cibernética de homeostasis, una contradicción que ha estada cubierta en la creencia de que el movimiento lento o el atascamiento a menudo vistos en las familias eran la patología.

Mi Entrada

Cuando empecé a estudiar con el grupo Galveston ellos estaban interesados en la comunicación y

El lenguaje, inspirados por los colegas de palo Alto Wazlawick, Beaven y La Pragmática de la Comunicación Humana (1967) de Jackson. La Pragmática fue el primer esfuerzo de los colegas para reunir los desarrollos de palo Alto y completamente articular su visión interaccional: La comunicación influye en la interacción humana y todo comportamiento es comunicación. Los efectos de la comunicación y el comportamiento son una reacción comunicativa a una situación particular más que la evidencia de a enfermedad de la mente individual. Esto es, la comunicación se vuelve la organización social y el desarrollo de síntomas se vuelve la manera en que un miembro de la familia consiente el sacrificio requerido para mantener la estabilidad familiar sin experimentar un cambio organizacional. Previamente, Jackson (1965), partiendo de las ideas de Bateson acerca de la teoría de aprendizaje y de la teoría de comunicación, afirmaba que cada expresión tiene un aspecto de contenido (reporte) y uno de relación (mando); el primero comunica información acerca de hechos, opiniones, sentimientos, experiencias, etc., y el segundo define la naturaleza de la relación entre los comunicantes. Para Bateson, este contexto relacional y comunicativo es esencial para los significados que le damos a las palabras y acciones. Tal vez esta idea era una semilla temprana de la suposición del enfoque colaborativo de que la relación y la conversación van tomadas de la mano.

La Cibernética Continuada y Más Allá

En los seminarios docentes de la década de 1970 en la facultad de medicina nos sumergimos en los desarrollos dentro de la terapia familiar, antes inspirados por Pasos hacia la Ecología de la Mente (Steps to Ecology of the Mind) de Bateson (1972). Después Cambio (Change) de Watzlawick, Weakland & Fisch (1974) presentó las nociones de sistemas cibernéticos de segundo orden de retroalimentación positiva y sistemas dependientes del observador a los terapeutas familiares. La retroalimentación positiva cuestionaba la idea de que una parte del sistema podía controlar otra parte sin cambiar ésta misma, y los sistemas dependientes del observador cuestionaban la idea de la realidad objetiva y de sujeto-objeto. La patología, incluyendo la estructura defectuosa, ya no era una condición necesaria para el desarrollo del comportamiento problemático, ni se pensaba que los síntomas tuvieran una función. Las distinciones que llamamos realidad, como la patología, ya no se pensaban como algo que estaba ahí afuera sino como una señalización del observador. Una implicación principal de la cibernética de segundo orden para entender los problemas humanos y el papel del terapeuta fue la sugerencia de Bateson de que los terapeutas estaban lidiando con creencias familiares y no con una patología y que proponer la patología era un error epistemológico

A lo largo del camino admiramos la perspectiva ecológica de Auerswald de los sistemas humanos y más tarde leímos Self-starvation de Selvini Palazzoli, Paradoja y Contraparadoja (Paradox and Counterparadox) del grupo de Milán y Fundamentos (Foundations) de Hoffman) y, por supuesto, numerosos artículos de revistas (journals) de terapia familiar. Esparcido a lo largo de este periodo estuvo un interés con las relaciones del grupo y la teoría y práctica organizacional avanzada por el Instituto Taviston conocida como el movimiento A.K. Rice. Experimentamos con las ideas en nuestras relaciones de práctica y colegiales, invitamos a asesores de A.K. Rice y participamos en eventos experienciales de capacitación grupal. Estos experimentos nos dieron una consciencia temprana de las cuestiones de género y la importancia de la voz de cada persona. Cuestionaríamos después algunas versiones de terapeutas familiares feministas de las cuestiones de género como participando en lo que se trata de cambiar: voces opresivas. Siempre quisimos conocer y hablar con los autores de primera mano, invitarlos o ir a verlos, presentar a nuestros colegas con ellos incluyéndolos en conferencias nacionales e internacionales. Bateson consultó con el proyecto MIT; antes Weakland, Watzlawick y Hoffman y otros vinieron a hacer seminarios; mas tarde invitamos a Boscolo, Cecchin, Keeney, Laing, Penn y von Foerster, entre otros; y algunos viajaron al MRI y a diversos seminarios. Habíamos mantenido relaciones a lo largo del tiempo con los compañeros conversacionales y almas gemelas Lynn Hoffman y Tom Andersen. Lynn siempre hacía preguntas y comentarios – y aún lo hace – acerca de nuestro trabajo y tenía una facilidad para las palabras que nos empujaba a pensar más profundamente y a aclarar y amplificar nuestros pensamientos. Fue de Lynn que aprendí a pensar cuidadosamente acerca de las palabras que escogía para articular un significado que quería comunicar; por ejemplo, el escoger “colaborativo” en lugar de “cooperativo” o “público” en lugar de “transparente”. Tomo era – y es – infinitamente desafiante e innovador, y sentíamos como que él era un alma relacionada que estaba “ahí afuera” con nosotros en lo que podría ser un lugar emocionante pero solitario cuando uno pregunta sobre las tradiciones amadas de otros. De Tom aprendí a valorar la humildad. Nos dimos cuenta de que las conferencias grandes raramente proporcionan el espacio para los tipos de conversaciones íntimas que queríamos tener con otros. Así que, inspirados por una conversación entre Lynn y Harry, creamos foros donde los participantes de alrededor del mundo se organizaban ellos mismos, hablaban en pequeños grupos conversacionales acerca de los tópicos que les interesaban. Fue en el primero de estos en 1988 que Harry públicamente articuló nuestra separación de la cibernética de segundo orden y el constructivismo y el nuevo sentido que el lenguaje nos daba: Nuestras vidas – ej. eventos, experiencias, relaciones y teorías – son simplemente expresiones de nuestro lenguaje y narrativas socialmente construidos y la agencia es la transformación de nuestro lenguaje y narrativas en acción. También presentamos y probamos nuestras ideas en numerosos talleres y encontramos, y aún lo hacemos, que estos eran un importante contexto para dar forma y aclarar nuestras ideas en desarrollo.

Influencias de la Ciencia y la Filosofía

Paralelas a la influencia de la cibernética de segundo orden en nuestra práctica y teoría había unas similares de la ciencia y la filosofía tales como aquellas de Bohm, Derrida, Einstein, Gadamer, Kuhn, Habermas, Heidegger, Husserl, Merleau-Ponry, Prigogene, Rorty y Wittgenstein que cuestionaban el realismo, la realidad objetiva, el conocimiento independiente del observador, el dualismo sujeto-objetos y el lenguaje como representativo. Estos desarrollos nos encendieron. A finales de la década de 1970 el profesorado y los estudiantes comenzaron un grupo de estudio informal en las tardes, recibido en los hogares para profundizar en estos, y para nosotros, nuevos desarrollos. Los seminarios fueron el inicio de una tradición de enseñanza en el Instituto – seminario teórico – en el cual el profesorado los estudiantes aprendían juntos y lidiaban con nuevos temas en lugar de que los profesores le enseñaran a los alumnos.

En particular, intuitivamente sentimos un buen ajuste con el trabajo de la física Ilya Prigogene y el biólogo Humburto Maturana. La teoría de Prigogene de sistemas “lejos del equilibrio” y “orden a través de la fluctuación” llamada “estructuras disipativas” (dissipative structures) proponía que para mantener la estabilidad los sistemas deben cambiar constantemente. También propuso, al igual que algunos científicos y filósofos, que la realidad, y por ende el cambio, es multidimensional y no resulta o surge de una fundación piramidal. En cambio, la realidad se desarrolla en una naturaleza no jerárquica, como red, volviéndose más y más compleja. La teoría de la “autopoiesis” de Maturana sugería que los sistemas se organizan por sí mismos y son auto-recursivos (self-recursive): “el producto de una organización autopoiética siempre es el sistema en sí mismo” (Dell & Goolishian, 1981a, p. 442). Al querer conocer las fuentes y obtener una mejor comprensión de su trabajo, invitamos a Muturana a pasar una semana con nosotros; George Pulliam, Harry y yo fuimos a la Universidad de Texas en Austin a pasar un día con uno de los compañeros de Prigogene. Empezamos a escribir acerca de estos nuevos vocabularios, cómo encajaban en nuestras experiencias clínicas y, consecuentemente, proporcionaban maneras alternativas para entender los sistemas humanos y nuestro trabajo con ellos (Ver Anderson, Goolishian, Pulliam & Winderman, 1986; Dell, 1982), 1985; Dell & Goolishian, 1981a, b).

Metáfora de Sistemas Sociales

Harry cuestionó la relevancia de la visión de los sistemas sociales estratificados jerárquicamente con la terapia familiar describiéndola como una “teoría cebolla”[1] (onion theory) (Goolishian, 1985). Como las capas de una cebolla, desde su centro hacia fuera, el individuo está rodeado por la familia, la familia por el sistema más grande, el sistema más grande por la comunidad, etc. Cada capa está subordinada y controlada por la capa que la rodea en el servicio de sus propios requerimientos – para el mantemiento y el orden. En esta perspectiva, los sistemas sociales son objetivamente definidos y son independientes de las personas involucradas y de los observadores. Esta teoría social similar a la cebolla (onion-like), similar a la cibernética (cybernetic-like) contextualiza el comportamiento, nombrando lo que debe ser arreglado – la estructura social y la organización – y de esta manera apoya la noción de psicopatología. En este marco, un problema es causado por el sistema superordinado al desviado. Y, cuando las relaciones se consideran anidadas y basadas en papel y estructura, la dualidad del individuo y el individuo en las relaciones (ej., con la familia) se mantiene. Interesantemente, la teoría temprana del MRI denunciaba al concepto de papel de familia a favor de reglas de familia porque el papel es individual en origen y orientación y sugiere una dependencia en definiciones teóricas y culturales a priori que existen independientemente de los datos de comportamiento y por lo tanto no se hacen concesiones para la relación. Esto implica que el terapeuta es un observador externo independiente, un conocedor (knower) o experto jerárquicamente superior al sistema. La terapia informada por esta vía corre el riesgo de empujar el contenedor de la patología un nivel arriba, por ejemplo, de lo individual a lo familiar o de lo familiar a lo social. Cualquier señalización, sin embargo, aún denota la patología y la coloca dentro de un sistema.

En nuestras prácticas, remontándonos al principio de la MIT original, incluíamos miembros del sistema de familia extendida, social y profesional de los clientes en la terapia (Anderson & Goolishian, 1981). Sin embargo, no pensábamos acerca de esta práctica teóricamente hasta que empezamos a darnos cuenta de qué tan "culpadora" y peyorativa se había vuelto la terapia familiar con respecto a las familias y sus compañeros profesionales. Harry decía “todos están enamorados de la terapia familiar menos las familias”. La comprensión de que la terapia familiar a menudo simplemente topaba con el nivel de la culpa llevó a cuestionar la “teoría de las capas” (onion theory) y a desarrollar una manera alternativa de entender contextos familiares y profesionales más amplios y sus relaciones con la terapia. Otros (ej. Auerswald, Hoffman & Long, Imber-Coopersmith, Keeney y Selvini-Palazzoli y colegas) exploraron estos contextos, refiriéndose a ellos como el sistema ecológico, el sistema más amplio, el sistema significativo y el sistema relevante. A lo largo del camino, mientras nuestro enfoque único de terapia continuó evolucionando, estudiamos y experimentamos con desarrollos hechos por terapeutas familiares tales como Minuchin, Erickson y Haley. Permanecimos, sin embargo, influidos principalmente por los asociados del MRI, especialmente las nociones de la realidad y el lenguaje que aparecían a lo largo de su trabajo. Como Susan McDaniel (comunicación personal, agosto 2, 2001) recuerda de sus prácticas doctorales de psicología de 1977-78 y de su asociación posdoctoral de 1979-80,

Cuando vine por primera vez a Galveston tú y Harry estaban muy emocionados acerca de las ideas y la paradoja estratégica y reaccionando contra el pensamiento psicodinámico. La pieza que continuaba era el interés intenso en el lenguaje… A mi regreso el teorizar le parecía menos reactivo que lo de otras escuelas (terapia familiar) o el trabajo psicodinámico y estaba empezando a tener más de su propia integridad. Los hilos comunes: respeto por las fortalezas de las personas y la patología de las intervenciones paternalizantes. Hay hilos comunes a lo largo de los años, a medida que han intentado los pensamientos del otro y eventualmente lo han reducido más a la esencia de lo que piensan.

Discutí en la Parte I cómo “el probar con” las nociones de los asociados del MRI de hablar el lenguaje del cliente m{as que enseñarle al cliente el lenguaje del terapeuta impredeciblemente empezó a transformar nuestro trabajo, subsecuentemente llevando a nuevos intereses teóricos y a un paradigma de terapia familiar nuevo.

Constructivismo: La Realidad es Inventada

Nuestro interés continuo en los desarrollos en el MRI naturalmente nos llevó al constructivismo. Conectado estrechamente a la cibernética de segundo orden, el constructivismo es una teoría del conocimiento que cuestiona las nociones de una realidad tangible, externa que pueda ser conocida, descubierta o descrita y de un conocimiento que sea representativo o reflejante de la realidad. Desde esta perspectiva, la realidad representa una adaptación funcional humana: los humanos, como sujetos y observadores que experimentan, construyen e interpretan la realidad, inventando el mundo en el que viven. La mente “crea” (Maturana, 1978). La terapia influida por el constructivismo y la cibernética de segundo orden, sin embargo, aún se centraban en los problemas y la patología; la única diferencia era que no se creía que resultaran de lo que Hoffman llamaba “cristales defectuosos”.

Sistemas Evolutivos: El Proceso Determina la Estructura

Lynn Hoffman (1981) se refirió al nuevo paradigma que surgía en la terapia familiar a partir de estas metáforas entrelazadas de cibernética de segundo orden y constructivista y aquellas importadas de la biología y la física por nosotros y otros pocos como “paradigma evolutivo” (evolutionary paradigm). El paradigma representó un alejamiento continuo del concepto de homeostasis y causalidad (ambos lineales y circulares). Los sistemas eran vistos como redes evolutivas, no equilibradas, no lineales, que se organizaban a sí mismas, auto-recursivas que están en un estado constante de cambio continuo. Desde esta perspectiva los sistemas están siempre en el proceso de cambio; su cambio es al azar, impredecible, discontinuo y siempre lleva a niveles más altos de complejidad: “Esta visión de los sistemas evolutivos enfatiza el proceso sobre la estructura y la flexibilidad y el cambio sobre la estabilidad” (Dell & Goolishian, 1981a, p. 442). Como Harry y Paul Dell radicalmente sugirieron, el aplicar estos conceptos a los sistemas humanos implicaba que ni la terapia ni el terapeuta podían unilateralmente amplificar una fluctuación sobre otra o determinar la dirección del cambio (Dell & Goolishian, 1979; Dell, 1982). Al entregar esta jerarquía y dualismo, los terapeutas no controlan el sistema; en cambio son una parte activa de un mutuo proceso evolutivo. Esto es, los terapeutas no pueden intervenir para determinar el resultado o la “actualidad” (ongoingness) (Dell & Goolishian, 1981a, p. 444) de la evolución del sistema. Y además, como Bateson (1975) advertía, la palabra “cambio” es una confusión epistemológica – un sistema no cambia. El cambio y el sistema son puntuaciones del observador; el observador es parte de cada uno. Esto fue el inicio de separarnos a nosotros mismos de los pragmatistas en terapia familiar que creían que podían cambiar a otros y se esforzaban por hacerlo.

Esta concepción de un mutuo proceso evolutivo combinado con desarrollos posteriores en nuestra conceptualización del lenguaje eventualmente nos permitieron pasar por completo de la cibernética mecanicista, el sistema social “de capas” y las metáforas de la realidad en forma de pirámide a conceptualizar los sistemas humanos como sistemas lingüísticos – sistemas de comunicación en evolución, fluidos que existen en el lenguaje. Estas perspectivas permitieron una comprensión de la terapia como un alejamiento de pensar sobre un sistema como una entidad colectiva, contenida que actúa, siente, piensa y cree y un acercamiento a ver un sistema como personas que se funden alrededor de un elemento importante particular. Cuando el elemento que es importante para fundirse “se disuelve”[2] el sistema se disuelve. Nos referimos a estos sistemas como sistemas determinados por problemas (problem-determined systems) (Anderson, Goolishian & Winderman, 1986) y sistemas organizados por problemas (problem-organizing systems), disueltos por problemas (problem-dis-solving systems) (Goolishian & Anderson, 1987; Anderson & Goolishian, 1988).

Los desarrollos y curiosidades en nuestra teoría y práctica hasta la fecha junto con diversos énfasis de Bateson en la epistemología provocaron un interés en la naturaleza del conocimiento y las maneras en que conocemos. Nosotros co-organizamos la conferencia crucial de Epistemología, Psicoterapia y Psicopatología en septiembre de 1982 para explorar la naturaleza de las teorías que surgían fuera de las disciplinas de psicoterapia que creíamos presentaban tal desafío, relevancia y una promesa de transformar las comprensiones de los humanos y la psicoterapia y que iban más allá de las tradiciones de la terapia familiar.

El Lenguaje y la Coordinación del Comportamiento

De acuerdo con Maturana (1978) el observador es una entidad lingüística (languaging entity) que opera en el idioma con otros observadores. “Esta entidad genera el yo y sus circunstancias como distinciones lingüísticas de su participación en un dominio lingüístico. De esta manera, el significado surge como una relación de distinciones lingüísticas. Y el significado se vuelve parte de nuestro ámbito de conversación de adaptación” (p. 211). Estos ámbitos generados “se vuelven parte de nuestro ámbito de existencia y constituyen parte del entorno en el cual conservamos la identidad y la adaptación” (p. 234).

También para Maturana, todos los sistemas vivos son autónomos – sistemas autopoiéticos. Se comportan de acuerdo a su estructura, no de acuerdo a sus interacciones con su entorno. Están estructuralmente determinados. Una característica de tales sistemas es que unen estructuralmente, refiriéndose a la relación entre el sistema y el medio en el que éste existe – más específicamente, refiriéndose al proceso de existir. En esta perspectiva, la causalidad lineal o la interacción instructiva (instructive interaction) no es posible: Una persona no puede unilateralmente determinar la respuesta, percepción, interpretación o comportamiento de otro. La información no existe objetivamente; es una puntuación del observador. Cada persona o sistema interpreta de manera única lo que parece ser información. La información, como un observador, no puede influir en un sistema en una manera predeterminada. Esta visión de causalidad lineal e interacción instructiva encaja con la noción de Bateson de que el “cambio” es un error epistemológico y con nuestra experiencia de que un terapeuta no puede ser un agente causal o un agente de cambio. La noción de Maturana de la interacción instructiva nos ayudaría a entender una diferencia que estábamos lentamente empezando a experimentar en nuestro trabajo clínico. A través de aprender y escuchar los lenguajes del cliente surgieron “intervenciones” dentro de las conversaciones de indagación mutua (mutual inquiry) y estaban además echar a la medida del cliente particular y su situación. Así que, lo que habíamos estado pensando como intervenciones ya no lo eran, sino simplemente un producto de la conversación (Ver Parte I). Y pronto empezamos a pensar que las familias harían lo que necesitaban hacer si el terapeuta sólo se mantuviera fuera de su camino. La familia explotaría sus propios recursos y sabiduría como proponía la noción temprana del equipo de la MIT de potencial auto-rehabilitativo (self-rehabilitative potential).

Hermenéutica y otras Filosofías

Nuestro interés en el lenguaje continuó y en la década de 1980 nos movimos de la esfera de la ciencia hacia la filosofía, leyendo de la antropología cultural a lo largo del camino. Con esfuerzo leímos a filósofos como Rorty y Wittgenstein y pensadores hermenéuticos contemporáneos como Gadamer, Habermas y Heidegger, entre otros. De una u otra manera todos cuestionaban la noción del lenguaje y el conocimiento como representativos. Todos cuestionaban al individuo o conocedor (knower) como autónomo y separado de aquello que él o ella observa, describe y explica y que la mente pueda actuar como una representación mental interna de la realidad o el conocimiento. Todos cuestionaban que la realidad o el conocimiento sea fijo, a priori, un hecho empírico independiente del observador.

Los hermenéuticos (hermeneuticists) se preocuparon por la comprensión y la interpretación: comprender el significado de un texto o discurso, incluyendo la emoción y el comportamiento humano, como un proceso influido por las creencias, suposiciones e intenciones del intérprete. En esta perspectiva “la comprensión es siempre interpretante, no hay un punto de vista singularmente privilegiado para entender” (Hoy 1986, p. 399). Uno, por lo tanto, nunca puede alcanzar una verdadera comprensión de un evento o de una persona. Cada relato es sólo una versión de la verdad. Cada uno está influido por lo que el intérprete trae al encuentro.

Le proceso hermenéutico de comprender es una actividad conjunta bidireccional, un diálogo – estar abierto a los otros y tratar de entenderlos. La hermenéutica “supone que los problemas en la comprensión son problemas de una falla temporal para entender las intenciones de una persona o grupo, una falla que puede ser superada continuando el proceso dialógico, interpretativo” (Warneke 1987, p. 120). Una persona nunca puede comprender completamente a otra persona o llegar a la intención o significado de un hablante. Esto es imposible porque el acto de comprender es un proceso generativo, que produce algo diferente de aquellos que uno está tratando de entender. Para nosotros, las implicaciones de la hermenéutica se extendieron más allá del individuo a entre las personas o a las personas en una relación, moviéndonos hacia, como Gergen (1985, 1994) sugiere, una teoría relacional del significado (a relational theory of meaning).

Por lo tanto, vinieron nuestras ideas acerca de lo “no dicho” (unsaid) y lo aún no dicho en terapia. Pusimos énfasis en tratar de entender a la otra persona y aprender acerca de sus perspectivas, pero experimentamos en el proceso participativo de articular una perspectiva que las perspectivas cambiaban, emergían nuevas y algunas se disolvían – para nosotros y nuestros clientes. Y más o menos por este tiempo empezamos a pensar que este proceso ocurría en un espacio metafórico entre nosotros. Junto con estas nuevas maneras de pensar acerca de nuestros clientes y nuestro trabajo juntos vino una lección de incertidumbre y una confianza de que el proceso llevaría a posibilidades desconocidas todavía. La experticia (expertise), como habíamos aprendido a pensar acerca de ella y utilizarla – experticia de contenido, narrativa o resultado – ya no era necesaria. El terapeuta es simplemente un experto en un proceso. De esta manera, la jerarquía y dualismo de los sistemas y relaciones de terapia comienza a colapsarse en sistemas más igualitarios, y en sistemas que tengan más semejanza con la vida ordinaria de todos los días. Al final nuestros clientes eran, como nuestros antepasados de la MIT sabían, y como empezamos a decir, los héroes y heroínas de sus propias vidas.

Al leer filosofía tuvo sentido para mí pensar mi enfoque no como que representaba o que estaba influido por una teoría, sino como una filosofía de vida. Esta noción fue reforzada por los trabajos posteriores de Wittgenstein y el que prestara atención a cómo participamos en el lenguaje el uno con el otro. Cómo el cliente y el terapeuta continúan el uno con el otro, dijimos, es determinado mutuamente.

Construccionismo social

La Construcción Social de la Realidad (The Social Construction of Reality) de Berger y Luckmann, presente desde la mitad de la década de 1960, sugería una relación entre la perspectiva individual y el proceso social, y por consiguiente, la naturaleza social del conocimiento y una multiplicidad de posibles interpretaciones. No sería, sin embargo, hasta que empezamos a leer la versión de Gergen (1982, 1985) del construccionismo social así como otros en el mismo campo, como Brunner, Geertz, Goodman, Harre, Polkinghorne, Sarbin, Shotter y Taylor que el construccionismo social capturó nuestra atención. Harry conoció a Gergen en una junta de la Asociación Psicológica Americana (American Psychological Association) a principios de la década de 1980 y volvió aún más inspirado por las ideas de Gergen.

El construccionismo social es una forma de indagación preocupada por explicar los procesos mediante los cuales las personas vienen a describir, explicar o de otra manera dar cuenta del mundo (incluyéndose a sí mismos) en el que viven. Lo que nos intrigó acerca del construccionismo social fue su alejamiento de la idea del constructivismo de la mente constructora individual y el individuo autónomo. Aunque ambas rechazan la noción de que la mente refleja la realidad y proponen que el conocimiento es una construcción, el construccionismo social enfatiza el contexto interaccional y comunal como el constructor de significado (meaning maker). La mente es relacional y el desarrollo del significado es discursivo por naturaleza, o a lo que Shotter (1993) se refiere como “realidades conversacionales” (conversational realities). El construccionismo social se mueve más allá de la contextualización social del comportamiento y la simple relatividad. El contexto es pensado como un dominio multirelacional y lingüístico en el que el comportamiento, sentimientos, mociones, comprensiones, etc. son construcciones comunales. Éstas ocurren dentro de una pluralidad de redes complejas, siempre cambiantes, de relaciones y procesos sociales y dentro de dominios y discursos lingüísticos locales y amplios.

El conocimiento asimismo, incluyendo el auto-conocimiento y la auto-narrativa, es una construcción comunal, un producto del intercambio social. Desde esta perspectiva las ideas, verdades o identidades propias, por ejemplo, son productos hechos en una comunidad de personas y relaciones. A los significados que le atribuimos a las cosas, eventos y personas en nuestras vidas, y a nosotros mismos, se llega a través del lenguaje utilizado por las personas – a través del diálogo, intercambio e interacción social entre personas. El énfasis está en la “base contextual del significado, y su negociación continua a lo largo del tiempo” (Gergen 1994, p. 66) más que en localizar los orígenes del significado. Nos sentimos liberados por este cambio de la noción de autoría individual a autoría múltiple (multiautorship) o autoría plural (plural-authorship), y las posibilidades asociadas con ésta. Y encajaba con nuestras experiencias clínicas y cómo las historias son contadas y recontadas y cómo nuevas historias emergen de estos relatos (tellings) y sus nuevas versiones (retellings).

A través de Gergen conocimos a Shotter, invitándolos a ambos, junto con Tom Andersen y Rachael Hare Mustin, a acompañarnos en nuestra Conferencia de Terapia Narrativa y Psicoterapia (Narrative and Psychotherapy Conference) en Houston en mayo de 1991. Shotter está influido por autores del estilo de Bakhtin, Billig, Vogotsky y Voloshinov y a través de sus escritos nos presentó sus ideas y nos ayudó a tener una comprensión más profunda de Wittgenstein. Shotter se refiere a su versión de construcción social como una retórico-receptiva (rhetorical-responsive). Shotter está particularmente ocupado con la relación uno mismo-otro y las maneras en las que la gente espontáneamente coordina sus actividades de todos los días el uno con el otro. Está preocupado con cómo es ser una persona particular viviendo dentro de una red de relaciones con otros, una persona posicionada o situada en relación con los otros en diferentes maneras en diferentes tiempos. Él llama a esta dimensión de interacción yo mismo-otro “acción conjunta”, diciendo que “todas las acciones de los seres humanos involucrados con otros en un grupo social de este modo están dialógica o receptivamente conectados de alguna manera, ambos a acciones previas, ya discutidas y a acciones anticipadas, próximas posibles (Shotter, 1984, p. 52-53).

A partir de este periodo nos volvimos más críticos de cómo la cultura de la psicología y la psicoterapia crearon lenguaje basado en deficiencias, un lenguaje que etiqueta y califica a una persona o grupo de personas como una familia más que contar acerca de ellos. Los diagnósticos, por ejemplo, operan como códigos culturales y profesionales que funcionan para juntar, analizar y ordenar la información que espera para ser descubierta. Mientras se encuentran similitudes y patrones, las personas y los problemas encajan en un sistema basado en déficit de categorías que se sostienen a través del lenguaje y el discurso. Esto crea una ilusión de conocimiento psicológico generalizable. La lengua y los vocabularios de la psicoterapia se vuelven impersonales y descuidan la unicidad de cada individuo y cada situación (Gergen, Hoffman y Anderson (1965). Hasta 1988 Harry y yo estábamos mezclando las metáforas de las teorías de cibernética de segundo orden, constructivismo, hermenéutica, construccionismo social y narrativa. Esto cambió dramáticamente durante la conferencia organizada por Tom Andersen en Sulitjelma, Noruega en 1988. Tom reunió a epistemólogos y clínicos para explorar las teorías cibernéticas de segundo orden y constructivistas y sus aplicaciones prácticas. Los detalles de esta historia son muchos para estas páginas, pero se volvió claro para nosotros a partir de esa experiencia que nuestras perspectivas en ese momento sobre el lenguaje y la conversación no encajaban con esas metáforas. La conferencia representó nuestra separación informal de la cibernética de segundo orden y del constructivismo, que fue más formalmente tratado en el primer Simposio de Galveston (Galveston Symposium), mencionado anteriormente (Anderson & Goolishian, 1989).

De Familias e Individuos a Personas en las Relaciones

Todo el tiempo lentamente abandonamos la dicotomía del individuo y la familia, (re)descubriendo al individuo. Estábamos descubriendo, sin embargo, un individuo diferente que aquel de las teorías psicológicas tradicionales. Encontramos que el construccionismo social y otras teorías posmodernas traen al individuo y a la relación al frente. Y, importantemente, su énfasis en las relaciones supone repensar la noción del individuo y el yo (self) (ya sea si el sujeto de indagación es individual o colectivos) al yo o “individuo en relación”[3] (individual-in-relationship).

El expandir la noción del (de los) “individuo(s) en relación” para incluir relación consigo mismo, con los otros y con el mundo histórico, cultural, político y medioambiental de uno trasciende las dicotomías del individuo y la relación inherentes en tales marcos de sistemas sociales estratificados como individuo-familia, familia-terapeuta, comportamiento individual-colectivo o biológico-mental. Se mueve mas allá definiendo el enfoque de la relación como dos o más personas relacionadas íntimamente con una historia compartida que forman un sistema social, más allá de las relaciones familiares, y más allá de privilegiar un nivel de un sistema sobre otro. Cuestiona la definición restrictiva de la terapia familiar y su concepto estrecho de relación al redefinir el dominio y el enfoque. Esto es, cuestiona los familiares qué y los medios de indagación – lo que es examinado y descrito y los medios de examinación y descripción. El enfoque no es ni el interior del individuo ni la familia, sino la(s) persona(s) en relación. Este cambio de dominio y enfoque cuestiona la propia noción de la terapia familiar en sí misma y de las teorías de sistemas como los modelos explicativos. Nos alejamos de la terapia familiar, como había sido conceptualizada (Anderson & Goolishian, 1988; Anderson, 1994, 1997).

En nuestro trabajo clínico, esta nueva conceptualización del individuo encajaba con nuestras experiencias anteriores de intentar hablar el lenguaje de la familia. Encontramos que no podíamos aprender el lenguaje de la familia porque las familias no tenían un lenguaje. Los miembros de la familia, sin embargo, tenían un lenguaje y podíamos aprenderlo y hablarlo dentro del lenguaje de cada miembro y de las diferencias en estos lenguajes.

Narrativa, Yo e Identidad: Constructos Lingüísticos y Sociales

Ya que la narrativa es una dimensión tan crucial de la hermenéutica, la construcción social y otras filosofías, era sólo natural que saliera a la superficie como otro interés principal. La narrativa es más que una metáfora de contar historias (storytelling). Es una forma de discurso, la manera discursiva en que organizamos, damos cuenta de, damos significado, entendemos y proporcionamos estructura y coherencia a las circunstancias, eventos y experiencias en nuestras vidas para nosotros y para otros. Desde esta perspectiva narrativa, nuestras descripciones, vocabularios e historias constituyen nuestro entendimiento de la naturaleza y comportamiento humanos. Nuestras historias forman, informan y reforman nuestras fuentes de conocimiento y perspectivas de la realidad. Las narrativas son creadas, experimentadas y compartidas por los individuos en conversación y acción con los otros y con uno mismo. So “historias [que] sirven como recursos comunales que las personas utilizan en relaciones en curso” (Gergen 1994, p. 189). Utilizo la narrativa como una metáfora para un proceso, no como una plantilla o mapa para entender, interpretar y predecir el comportamiento humano.

El lenguaje es el vehículo del proceso narrativo: lo utilizamos para construir, organizar y atribuir significado a nuestras historias. El significado y la acción no pueden separarse. Los límites de nuestro lenguaje limitan – obligan - lo que pueden ser expresado y cómo puede ser expresado – nuestras historias, y así, nuestros futuros. Las historias no son hechos realizados sino son historias en el proceso de ser creadas, de evolucionar. La narrativa se vuelve la manera en que imaginamos alternativas y creamos posibilidades, y la manera en que realizamos estas opciones. La narrativa es la fuente de transformación.

Nuestras ideas acerca de la narrativa, el yo y la identidad están influidas por numerosos autores tales como Beneviste, Bruner, Gadamer, Gergen, Harre, Rorty y Shotter. Desde una perspectiva de construcción lingüística y social, el yo (y el otro) es un concepto creado, una narrativa creada, construida y existente lingüísticamente en el diálogo y en la relación. En esta perspectiva, el yo es un yo dialógico-narrativo (dialogical-narrative) y la identidad es una identidad dialógico-narrativa.

El yo en esta perspectiva existe en el lenguaje y por eso siempre está siempre metido, involucrado en una transformación[4] conversacional (conversational becoming), en la construcción y reconstrucción y en cambiar identidades a través de las interacciones continuas a través de las relaciones (Anderson & Goolishian, 1988; Goolishian & Anderson, 1994). Siempre estamos formando y representando al yo. Somos siempre tantos yo posibles como estén incrustados dentro y creados por nuestras conversaciones. En esta perspectiva la identidad y la continuidad o de lo que pensamos como [5]yoidad (selfhood) se vuelve el mantener la coherencia y continuidad en las historias que contamos acerca de nosotros. Inherente en esta perspectiva está que una narrativa nunca representa una sola voz: el narrador es un yo de polifonía de múltiple autoría (multi-authored polyphony self).

En esta perspectiva, ya que el yo no existe fuera del lenguaje y el discurso, no hay un núcleo interno o un yo fijo tangible. Los críticos a menudo temen que esta perspectiva pierda al individuo, incluyendo los derechos y la responsabilidad individuales. Por el contrario, el individuo y la responsabilidad individual tienen un lugar de importancia principal. La diferencia está en cómo el individuo y la responsabilidad son concebidos. Como individuos absortos en nosotros mismos, como seres no solidarios, estamos confrontados más, no menos, con cuestiones de responsabilidad. Los críticos también temen que los múltiples yo construidos socialmente resulten en un yo fragmentado. La respuesta de Herman et al. (1992) a esto es que “la multiplicidad del yo no resulta en fragmentación, porque es el mismo yo que se está moviendo de un lado al otro [mi énfasis] entre diferentes posiciones” (p. 28-29).

Confrontar estas nociones del yo solidifico posteriormente nuestro alejamiento de pensar en términos de causas, comportamientos y objetos para enfocarnos en la persona, la capacidad de actuar y la acción. Este camino lingüístico y dialógico, este camino relacional, nos llevó más allá de la visión de la terapia narrativa como el contar historias (storytelling) y el hacer historias (story making) y el yo como el narrador. Nos llevó más allá del riesgo de que el terapeuta fuera el experto que elige, dirige y edita – sutilmente o no – la historia que será contada, cómo es contada y que surge de ésta.

Personas, Empoderamiento[6] (Agency), Acción y Terapeutas

El empoderamiento individual se refiere a la percepción de la competencia o habilidad de uno para llevar a cabo algo o tomar acción. Se refiere a tener elecciones posibles y a participar en la creación o expansión de las elecciones. Las narrativas individuales pueden permitir o dificultar el empoderamiento individual. Esto es, nuestras narrativas propias crean identidades que nos permiten o dificultan hacer lo que necesitamos o queremos hacer (Anderson & Goolishian, 1988; Goolishian, 1989; Goolishian & Anderson, 1994). En la terapia conocemos personas cuyos “problemas” pueden ser pensados como que surgen de narrativas sociales y definiciones propias o historias individuales que no ceden elecciones o que ciegan a una persona a las elecciones.

En esta perspectiva de la narrativa, el yo ya no es el sujeto del verbo cambiar; un cliente ya no es un sujeto que el terapeuta cambie. El propósito de la terapia se vuelve ayudar a la gente a decir y participar en contar sus narrativas de primera persona. El papel del terapeuta no es ser un editor o expertos en estas narrativas y elecciones, sino participar en un proceso dialógico, permaneciendo abierto a la novedad inesperada que surja. En este proceso, las identidades propias se transforman en unas que tengan en cuenta el empoderamiento individual, maneras diversas de ser en y actuar en el mundo y posibilidades múltiples con respecto a las circunstancias de vida de las que a veces pensamos como problemas.

El propósito con el cual y la manera en que un terapeuta participa en el proceso narrativo distinguen una perspectiva narrativa colaborativa postmodernista (postmodernist collagorative narrative perspective) de otras terapias influidas por la narrativa. En esta participación, al esforzarse por buscar medios relacionales de construcción conjunta de la narrativa “nueva”, los terapeutas deben de tener consciencia de y tener cuidado en la manera en la que utilizan el lenguaje y las elecciones de lenguaje que hacen. Los terapeutas no deben ser diferentes en su participación en la conversación; deben tener una consciencia de y ser responsables de sus contribuciones a la conversación y de los significados que ayudan a construir e inventar. Los terapeutas no eligen o dirigen los relatos narrativos que creen que deban surgir, no privilegian un relato sobre otro y no determinan cuál relato es más verdadero o más útil. De nuevo, el terapeuta no es un experto o editor de narrativa. Por ejemplo, nuevo lenguaje puede ser introducido en un intento de comprender al cliente. Esto es, un terapeuta repitiéndole al cliente exactamente lo que éste ha dicho no confirma la comprensión. La comprensión a menudo requiere ofrecer lo que un cliente ha dicho en términos comparables, dándole al cliente una oportunidad de aclarar, corregir o confirmar la comprensión del terapeuta. El propósito de estas expresiones del terapeuta no sería reescribir la narrativa del cliente. Aunque interesantemente, en este proceso del cliente contando y el terapeuta aprendiendo, algo de lo que habla Rorty comienza a suceder espontáneamente: se comienza a hablar de lo familiar en términos no familiares, desconocidos, dándole un nuevo significado a lo familiar. El propósito de cualquier lenguaje del terapeuta (verbal y no verbal) es facilitar la generatividad: las posibilidades para nuevos significados, nuevas narrativas, nuevas identidades, nuevo empoderamiento y nuevas acciones para el cliente y el terapeuta. Al momento de su muerte, el interés de Harry estaba en las nociones de narrativa, yo y de identidad propia (Goolishian & Anderson, 1994).

Una Postmodern Umbrella[7]

Mientras continuábamos alejándonos más de nuestras tradiciones heredadas con respecto a los sistemas humanos y la terapia, y mientras coleccionábamos trozos y pedazos de nuevas maneras de describir, entender y explicar nuestras experiencias clínicas discutidas anteriormente, eventualmente nos encontramos bajo un paraguas posmoderno. Posmoderno, ampliamente hablando, se refiere a una crítica ideológica de las perspectivas tradicionales del conocimiento que se desarrolló entre escolares dentro de varias disciplinas tales como la arquitectura, el arte, la literatura, la poesía y las ciencias sociales. Lo posmoderno invita a una actitud escéptica continua y una reflexión crítica del conocimiento fundacional y los discursos que privilegian, incluyendo su certidumbre y poder y alternativamente sugiere un movimiento hacia el conocimiento local y una multiplicidad de verdades. Específicamente, representa un cuestionamiento a las meta-narrativas, las verdades universales, la realidad objetiva, el lenguaje como representativo y el criterio científico del conocimiento como objetivo y fijo. La crítica posmoderna incluye una autocrítica del posmodernismo en sí. La incertidumbre, impredecibilidad y lo desconocido, por ende, caracterizan al posmodernismo.

Desde una perspectiva posmodernista, el conocimiento es socialmente construido: el conocimiento y el conocedor (knower) son interdependientes; y todo el conocimiento y lo que se sabe están incrustados dentro de un contexto, cultura, lenguaje, experiencia y comprensión. Sólo podemos conocer el mundo a través de nuestras experiencias; no podemos tener un conocimiento directo de éste. Continuamente interpretamos nuestras experiencias e interpretamos nuestras interpretaciones. Y, como tal, el conocimiento es fluido, evoluciona continuamente, es amplio y cambiante. Prescindir de la noción de la verdad absoluta y tomar una posición de pluralidad no implica nihilismo o solipsismo. Más bien, desde una perspectiva posmoderna, todo está abierto al cuestionamiento incluyendo al mismo posmodernismo.

El posmodernismo proporcionó un paraguas bajo el cual pudimos agrupar las premisas de nuestra era post-cibernética. Un hilo consistente corre a través de las diversas versiones de posmodernismo que encuentro interesante: la noción de que el lenguaje y el conocimiento son relacionales y generativos. La transformación (ej. nuevo conocimiento, experticia, identidades y futuros), por tanto, está inherente en los aspectos inventivo y creativo del lenguaje. Esta perspectiva transformativa del lenguaje invita a una perspectiva de los eres humanos como resilientes; invita a un enfoque apreciativo.

Esta conceptualización del conocimiento y el lenguaje influyen mi preferencia por las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas e involucra un tipo particular de actitud o posición que yo llamo una “postura filosófica” (Anderson, 1997). La postura filosófica (philosophical stance) se refiere a la manera de ser: una manera de pensar acerca de, estar en relación con, hablar con, actuar con y responder con las personas que conocemos en la terapia. Características entrelazadas de la terapia influida por esta postura incluyen: (a) el cliente y el terapeuta se vuelven compañeros conversacionales que entablan relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas; (b) el cliente es el experto en su vida; (c) la experticia del terapeuta está en crear un espacio para y facilitar relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas; (d) el terapeuta es un no-conocedor (not-knower) que aprende del cliente; (e) el terapeuta es público, haciendo sus pensamientos visibles; (f) estos tipos de relaciones y conversaciones involucran incertidumbre; y (g) el cliente y el terapeuta son formados y reformados – transformados – mientras hacen su trabajo juntos. Reitero; esta postura filosófica es una actitud y posición acerca de una manera de ser en el mundo; y debe ajustarle natural y espontáneamente al terapeuta. No es una técnica ni produce técnicas. Al adoptar sinceramente esta postura, el terapeuta está presente como un ser humano; las relaciones cliente-terapeuta se vuelven menos jerárquicas y dualistas, y la terapia se vuelve más parecida a la vida ordinaria de todos los días. Más importantemente, posibilidades inesperadas e interminables son imaginadas para el cliente y el terapeuta.

Intereses y Direcciones Actuales

En años recientes he estado cada vez más interesada en experimentar con ideas posmodernas en las áreas del aprendizaje, investigación y consulta organizacional (Anderson, 2000; Anderson & Burney, 1997; Anderson & Swim, 1994). He expandido mi viejo interés en las voces de los clientes de la terapia a las voces de los aprendices (learners), coinvestigadores y personas en las organizaciones. ¿Qué podemos aprender de ellos que nos ayude a todos a ser más exitosos en nuestros diversos esfuerzos? ¿Cómo pueden los otros y nosotros mutuamente determinar, diseñar e implementar tareas conjuntas? ¿Cómo podemos en nuestra profesión cruzar y difuminar las fronteras disciplinarias para aprender con otros y de la riqueza que pueden ofrecer para expandir nuestro lenguaje y opciones? Inspirada por mis colegas del Grupo Campos Elíseos en la Ciudad de México he adquirido interés en la relevancia del uso del arte, la literatura y los museos en todas mis prácticas. Todo en la pauta de mi pregunta siempre presente en una u otra forma: ¿Cómo pueden los terapeutas, maestros y asesores crear los tipos de relaciones y conversaciones con sus clientes que permitan que todas las partes tengan acceso a sus creatividades y desarrollen posibilidades donde ninguna parecía existir antes?

A menudo me preguntan, “¿A dónde vas de aquí?” y “¿Qué sigue de lo posmoderno?” y respondo “No lo sé”. El posmodernismo aún está en su infancia con respecto a nuestras culturas intelectuales y de psicoterapia más amplias. Abundan cuestionamientos, posibilidades y oportunidades ilimitadas para ser explotadas aún para profundizar y ampliar la perspectiva posmoderno y sus aplicaciones.

El subrayar y resumir los desarrollos teóricos y filosóficos a lo largo de l camino hacia un enfoque colaborativo posmoderno ha sido una tarea intimidante. Siempre está el riesgo de que el poner palabras en el papel pueda cosificarlas. Indudablemente, contaría esta historia de manera diferente en otro punto en tiempo y contexto. Esto ha sido un viaje a través de los recuerdos. No podría incluir todas las pausas y personas a lo largo del camino. Espero que mi relato provoque recuerdos sonrientes para aquellos que han estado en senderos de este viaje. Y espero que de a los nuevos en este viaje una visión panorámica del desarrollo de un enfoque colaborativo posmoderno aún en evolución.



[1] Cuando se habla de una “onion theory”, el término se refiere a una teoría que toma en cuenta diversos niveles o capas para analizar un problema, concepto, situación, elemento, etc. (The onion theory of happiness, the onion theory of reality, the onion theory of life…). En utilizaciones posteriores del concepto me referiré a él como “teoría de capas”.

[2] En el original dice “dis-solves”, que parece ser un doble uso del lenguaje para enfatizar que algo se soluciona, se resuelve. Se podría entender como “dis-solver” y algo como “dis-solucionar”. He aquí el énfasis.

[3] No traduzco con guiones el término porque en español no es una práctica común. Sin embargo, se debe tomar “individuo en relación” (individual-in-relationship) como un solo término, utilizado en su conjunto por la autora.

[4] El término becoming inmplicaría más bien un “llegando a ser”; el término de transformación debe tomarse como dirigiéndose hacia algo, hacia un fin.

[5] El término selfhood indica algo parecido a una continuidad, una unidad del yo. El sufijo compuesto -hood implica en diferentes palabras del inglés conjunto, unidad: brotherhood (hermandad), neighborhood (vecindario), etc. Mi traducción por yoidad sigue la regla del español para el mismo tipo de palabras, pero el término puede encontrarse traducido de otras maneras.

[6] El término utilizado por la autora es Agency. En español no hay un término equivalente, lo que provoca mucha dificultad. El término agency implica un estado de estar en acción o en ejecución del poder; implica también una “capacidad de acción” y, más complejamente, una capacidad del individuo de actuar sobre la estructura que influye sobre él. Se traduce aquí como empoderamiento, siempre tomando en cuenta estas consideraciones y prefiriéndolo, si bien suena extraño, a una construcción de varias palabras.

[7] El término de umbrella (paragüas), se puede definir como un grupo en el que se unifican elementos similares. Aquí lo he dejado como el término original por ser un subtítulo que prefiero no a alargar. En adelante lo traduzco como paraguas, siempre tomando en cuenta este significado y que no es un término ya aceptado en los campos sociales, aunque se ha utilizado en diversas ocasiones.

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